15 de enero de 2008

El profe Santibañez

La mujer con cara de oxiuro que tengo por compañera preguntó por qué me "tronaba" los dedos de esa manera y me advirtió que podría lastimarme. La tranquilicé explicando que no me estaba tronando los dedos, sólo los hacía sonar golpeteando índice, mayor y anular de la mano derecha con las cavidades que se forman entre los dedos de mi puño izquierdo... Es como aplaudir con los dedos.

Recordé en ese momento al profe Santibañez, personaje que me dio clases de física durante la secundaria y que acostumbraba hacer el mismo sonido con sus dedos llamando la atención de muchos en el grupo, o desesperando a todos si se le ocurría aplicar el procedimiento durante un examen. No fue un maestro precisamente relevante, ya que en ese entonces la física no estaba entre mis prioridades; pero en mis ratos libres me dio por perfeccionar la técnica del "dactilo-aplauso" y, poco a poco, la dominé hasta casi olvidar a quien despertara mi curiosidad al respecto.

Hoy, esa actividad que desborda simplicidad e insignificancia, me ha hecho traer al presente a un profesor de mediana estatura, con bigote y cabello castaño quebradizo, frente pronunciada, complexión delgada, piel apiñonada con algunos rastros de los que deja el tabaco, incluido el aroma, bastantes arrugas y un aire de "Cerebro" (el amigo de "Pinky")... El profe Santibañez, que no me ayudó mucho con la física, pero de quien recuerdo un reiterado afán por enseñarnos a imprimir esfuerzo para alcanzar nuestras metas (decía: "propónganse 10 y quizás obtengan un 8")... No tenía mucho éxito en esos momentos, no puedo decir mucho más de él, pero hoy que lo recuerdo, a unos años de su muerte en un accidente de tránsito, no pude evitar dedicarle, con mucho respeto y algo de nostalgia, esta entrada de mi bitácora.