31 de agosto de 2009

Infancia y galletas de la suerte

Entre ayer y hoy viví en carne propia uno de ésos fenómenos sincronísticos (dice mi amiga cara-de-oxiuro que fueron estudiados por Carl Jung) que dejan pensando.

El sábado reciente, pasaron en televisión abierta (México) la película "Nuestra Pandilla" (The Sandlot), una de mis favoritas del estilo, junto con "Cuenta conmigo" (The body). Durante toda la transmisión (a pesar de los alucinantes comerciales de "Primer Nivel") estuve recordando a mi amigo Germán, a quien conocí en segundo de primaria por haber llegado como niño nuevo a mi salón y por vivir a una cuadra de casa de mi abuela, cuando yo vivía con ella.

Él siempre rayaba en la hiperactividad, me invitaba constantemente a su casa para jugar béisbol en la cochera y romper una o dos ventanas (tal como yo temía que sucedería) antes de que su mamá le arrebatara el bate o el vecino se quedara con la pelota y fuera a acusarnos. Me invitaba al rancho de su abuelo, para lo cual había que "acampar" en su casa y desvelarse como se desvelan los niños de siete años, luego, vivir el suplicio de ser arrancados a las cuatro de la madrugada de la cama para emprender el viaje a un día lleno de aventuras, bichos, animales, pasto y lodo... ¡GENIAL!

Cada vez que veo "Nuestra Pandilla", sé muy bien que Germán fue para mí como Rodríguez para Scott, el amigo sin el cual me hubiera convertido en 100% ñoño, supongo que logré erradicar hasta un 60 ó 70% de ñoñez gracias a muchos amigos como Germán, pero él fue el primero que encontré.

Los años pasarían, llegaría la adolescencia y poco a poco nuestros caminos se irían separando, él dirigiendo su propia autodestrucción y yo tratando de construir algo que hasta ahora sigue viéndose un poco deforme, pero estable. Supe de muchos intentos suyos por "reformarse" y hasta hace poco me dio la impresión de que, ya fuera del país, está mejor y viviendo lejos de ese instinto autodestructivo.

Resulta que al siguiente día, casi por accidente, "abrí" una galleta de la suerte virtual (de ésas tonterías que uno hace en Facebook) que decía:

- "Nada se pierde para siempre. Lo que piensas que has perdido lo encontrarás en otro lugar".

A lo que se me ocurrió comentar:

- "¡Tómala! ¿Esta galleta habrá sido sólo para mí?" porque alguien por ahí (fuera de este tema) suele ser extremista en el "todo o nada".

Horas después, Germán, casi de la nada y después de mucho tiempo de incomunicación, comentó respecto a mi galleta:

- "Espero que sí sólo para ti, pues yo no quiero encontrar eso que perdí, nunca más. desolé". Para mí ha sido una forma de decir "ahora estoy bien".

Después entablamos una pequeña conversación medio nostálgica de aquella infancia que ahora se ve tan lejana... Con tantos años que han pasado, veo que al final, la galleta tenía razón: "nada se pierde para siempre", al menos no lo que es importante.

9 de agosto de 2009

Para escribir...

Julio fue un mes complicado, el inicio de agosto se pinta de gris y forma un nudo en mi pecho. En mi camino se interpone una encrucijada que a veces me invita a dar marcha atrás.

Cada vez que vivo un momento así, entiendo mejor por qué dicen que la libertad se siente al principio como estar cayendo en un profundo abismo. Me preocupa que me sucedan estas cosas a mi edad.

Podría escribir sobre el viaje a Cuba, debería hacerlo porque esos diez días me trajeron hasta este punto, me alejaron del rumbo que iba recorriendo, me cuestionaron y me mostraron lo poco que he crecido y lo solo que me siento cuando estoy conmigo mismo. Esos días también fueron de trabajo, pero en medio de una realidad tan distinta y con fines tan diferentes a los que estoy acostumbrado, que lo disfruté aunque me costara algunos kilogramos menos.

Me reencontré con gente que irradia espiritualidad y sabiduría (si, en medio de la Revolución), me enfrenté a un dilema, al mismo de siempre, me traje el compromiso de darme el tiempo y espacio para reecontrarme a mí, porque de otra forma el sueño de encontrarme con alguien más se quedará en eso, un sueño irrealizable debido a lo inconsciente que soy de mi existencia.

Podría escribir sobre economía y política, alimentar los viejos "grandes" debates que al final de cuentas olvidan los micromundos de amor, hambre, esperanza y cotidianidad que existen entre las consecuencias de decisiones tomadas por unos cuántos que gobiernan a través de dictaduras, democracias, monarquías u oligarquías.

Podría escribir sobre la familia, sobre el amor, la pareja, el futuro y la pasión; sobre la alegría y la tristeza, el compromiso y la doble moral, el escándalo y la seguridad de una vida conforme a las reglas; sobre Dios y la Revolución como si fueran antónimos o sinónimos, sobre la falacia del sincretismo o acerca de la metáfora de Isla en la que vivimos en medio de una era bautizada con la etiqueta de comunicación.

Podría escribir mucho, pero para escribir necesito de mí y no me encuentro.


Para tomarlo con un poco de humor: "Me busco pero no me encuentro" (en el blog de Sra. Pelo)
es curioso que lo leyera justo después de escribir esto, chistoso pero cierto.