Cada vez que la tierra se humedece y libera ese aroma que a cualquiera le despierta, como mínimo, un recordatorio de estar realmente vivo, me pregunto a qué huele concretamente.
Tierra y agua envían a nuestros olfatos un mensaje oculto, una misiva de la vida entera que toma como conducto a la física y química del cielo y el suelo. ¿Cuál será ese mensaje inescrutable? ¿Por qué nos hace sentir tan limpios y renovados? ¿Cómo es que mientras más viejos nos hacemos más escondemos el gozo que ese aroma nos provoca?
Me he propuesto no olvidarlo, y para ello he decido compararlo con una experiencia que despierta sensaciones similares; por ello hoy incluyo a mi gama de nemotecnias existenciales la siguiente frase, formulada durante esta noche en expansión: la tierra mojada huele a primer beso.