En este juego inédito de sutiles indirectas, en esta escena melancólica de un futuro dependiente, en esta oscuridad tan densa e incierta, me pides que te mire, me pides un abrazo, me pides sin dar certezas, me pides un sueño imposible, un arrebato de irresponsabilidad y osadía, un abandono pleno a tu mirada, a tu historia, a tu amor de herencia obligada.
Me pides quizás un cambio radical y aquí estoy con tan poco que ofrecerte, con el sordo deseo de que sigas pidiendo, de que exijas ese paso que no me atrevo a dar, de que insistas y me mires con el brillo de la estrella del Norte en tus ojos para descubrir cómo puedo llevarte a una travesía marina y aérea con rumbo a nuestro Sur.
Yo no pido pero espero, que entre tu luz y tu sombra, entre tus ambiguos mensajes de adormecidas neuronas y dolorido corazón, se asome una señal clarividente de certeza, de deseo, de esperanza y valentía contagiosa; se asome, en fin, una invitación a la aventura de lo inédito e inesperado, una descabellada iniciativa a salirnos del margen, a hablarnos de tú y aprender uno del otro, como en una romántica y utópica pedagogía liberal.
Y en este juego me encuentro sumergido, compitiendo contra ti pero contigo, dejándote ganar, dividido entre las reglas, las angustias y los anhelos, dividido entre el vuelo y el aterrizaje a sabiendas de que ambos hacen falta; aquí me tienes escribiendo sin fin pero acercándome al final.