El espejo avienta a mis ojos una imagen preocupante, una persona desconocida que debe afeitarse, limpiarse y deshincharse después de algunas horas de sueño, debe hacer todo eso sin estar muy seguro de que los motivos le sean válidos, suficientes o, cuando menos, razonables.
El espejo me mira con mis propios ojos y emite una serie de juicios severos y múltiples hasta alcanzar un número tan exorbitante que se le olvidan, que deja de mirarme y abandona su papel de personaje con vida propia para convertirse en un burdo reflejo sobre la pared que actúa según mis órdenes, que muere en mi ausencia.
Pero después de un rato el espejo sigue ahí, sin necesidad de una pared, sin necesidad de unos ojos, enjuiciando y hablándome en el silencio del camino a la rutina diaria, el espejo escarba en los motivos para vivirla, en los argumentos para asumir los roles que le dan un sentido a esta existencia aunque el destino de ese sentido se aleje cada día más del que quisiera alcanzar.
Fijo la vista en el camino, consulto la agenda, me sumerjo en la cotidianidad laboral y me dejo narcotizar por el estrés, los pendientes, los urgentes, las ocurrencias de los jefes, los mensajes virtuales, los modales, la estridencia del trimbre telefónico... Me olvido del espejo.
Llega el silencio, un instante de él basta, le recuerdo, le extraño y me dirijo al sanitario donde me encuentro de nuevo con esa mirada casi ajena que me pregunta por qué, que me exige una decisión o, por lo menos, una explicación para esa incapacidad de decidir... Y la mirada es hipnótica, pareciera que el ojo derecho me invita a tomar un camino y el izquierdo me advierte de lo que me pierdo al renunciar al otro... Vuelvo a tomar el control de mi reflejo, huyo a la oficina.
Llega la noche, cada noche, recorro algunos kilómetros frente al mar rumbo a un hogar vacío, me sorprende no desear que esté ahí quien debería, me sorprende desearle aunque no deba, pero a fin de cuentas, en ese lugar, sólo me recibirá mi reflejo para preguntarme - ¿Hasta cuándo es demasiado tarde?
Continuará