26 de junio de 2008

¿Y de qué chingados voy a escribir?

Si la rutina me come las horas como los segundos me comen la vida. Si el sonido del teléfono me trastorna los oídos como el polvo acumulado entre las pilas de papel de la oficina trastorna mis pulmones. Si las prisas del calendario (y de la gente que deja todo a última hora) me deprimen tanto como la ausencia de tus manos y de tu mirada.

Si poco a poco me pierdo entre el mundo de tareas banales y mecánicas que me comen la creatividad, que me obligan a usar las herramientas que no me gustan, a vender (vender en sí es algo que aborrezco), a decir "con mucho gusto", a sobrellevar esa hipocresía colectiva a la que todos recurrimos para sobrevivir a la brillante economía de mercado liberal que, irónicamente, termina por esclavizarnos y matarnos a todos de hambre o de estrés (al menos no nos han quitado la posibilidad de decidir eso).

Pero sonrío porque te veo entre esa nube de ansiedad, porque te recuerdo y te espero, porque a veces me abandono a Alguien que está por encima de todo eso y me tranquilizo, contigo, con Alguien, con alguien, con algunos...

¡Ay riata no te revientes, que es el último jalón!
(Vox populi, que suelo asociar con Chavela Vargas)