Instagram es una de las muchas redes sociales para compartir imágenes tomadas desde el teléfono celular y retocadas mediante filtros... Los efectos posibles y la creatividad de los usuarios ayudan a que la actividad de fotografiar sea más divertida. Puesto así de simple, no parece haber alarmas que activar...
Desde hace unos meses, comencé a notar que algunas de las personas que conozco publican continuamente fotografías de ellas mismas tan retocadas ¡que no se parecen a quienes crean el autorretrato! La tendencia es ponerles mucho brillo para que la piel luzca más clara y otros tipos de filtros con los que ocultan ciertos rasgos que no les gustan de ellas mismas. Hasta aquí el asunto es... ¿Comprensible? Sigamos...
Cuando esas personas aparecen en fotos sin retoques (o sin tantos retoques), suelen expresar su descontento y quejarse de que se haya publicado esa imagen en la que salen "tan feas"... Resulta que esas son precisamente las fotos en las que sí hay parecido entre la persona real y la que se muestra en pantalla, aclarando que la fealdad o belleza son cuestiones muy subjetivas.
El problema es que dichas personas se vean feas a sí mismas en donde aparecen tal como son. El problema es que, sumado a lo anterior, insistan (casi con tono de exigencia) en que el "mundo" (el virtual de las redes sociales) las vea únicamente como lo que fabrica un software de edición de imágenes, aunque no deje ni el 10% de la realidad.
Me entristece encontrar cada día más personas que consideran a Instagram y similares como un "Espejo Mágico" que les dirá que son hermosas. Las imagino a cada momento frente a su celular diciendo inconscientemente: "espejito, espejito, dime quién es la hermosa" y autocomplacerse con el resultado de un filtro. Si te estás dando cuenta de que eres una de ellas... ¡Alerta! No pongas tu autoestima en manos de una apariencia, es como dirigirse hacia un espejismo en medio del desierto, el resultado final no es agradable.
Ya nada más como nota aclaratoria, no estoy en contra del uso de filtros, ni de las poses divertidas, ni de compartir fotos en redes sociales... Ni siquiera de divertirnos modificando nuestra propia imagen con toda la gama de posibilidades que nos ofrecen los programas para editar fotos. Lo que lamento es que esas actividades se conviertan en obsesión y hasta en distorsión de la forma en que se perciben a sí mismas las personas que ya no quieren verse como son realmente, sino como las muestra la transformación digital.