Unas monedas que nunca te sobraban pero siempre estabas dispuesta a compartir con quienes las necesitáramos, porque nunca fuimos familia de abundancia financiera, pero entre tú y mi abuelo nos enseñaron a compensar eso con abundancia solidaria. Un gesto siempre compasivo para con los más pequeños, los que padecían algo por insignificante que fuera, como cuando veíamos en familia los partidos de la selección mexicana de fútbol que milagrosamente conseguía arrasar con su oponente y tu voz emitía un compadecido “¡ay pobrecitos!” refiriéndose al contrincante.
Un respeto infinito para atender con la misma amabilidad a personas de todos los estilos, todas las creencias y todas las intenciones, aunque no estuvieras de acuerdo con ellas.
Una risa hermosa, contagiosa, sencilla, atenta a cualquier simpleza para estallar y elevar el nivel de alegría de las reuniones, como cuando estábamos a la mesa y se me ocurría alguna tontería que te hacía reír, entonces me decías: “ay Leo, me hiciste reír sin ganas”.

Una lista de tus frases célebres que comencé a elaborar junto con mis primos, cuando la realidad del tiempo y la edad me punzó dolorosamente para recordarme que nadie se queda en este mundo eternamente, ni siquiera tú que bien lo hubieras merecido. ¡Cómo disfrutabas cuando nos dábamos cuenta de que habías dicho una nueva frase célebre y yo la anotaba o alguno de mis primos me enviaba un mensaje para que no quedara sin registro! Pero más disfrutabas cuando, en las reuniones familiares hacíamos el recuento de la colección.

Y el fin de año que siempre, o casi siempre hemos celebrado bajo tu techo, porque tú y mi abuelo tuvieron el don de atraernos como un imán a su casa encantada, a su casa tan llena de su santidad, tan resistente a huracanes, tormentas y terremotos. Siempre nos acompañaste en esas celebraciones y hasta tus últimas ocasiones aguantabas despierta más que muchos de tus hijos y nietos, porque siempre te gustó exprimir hasta la última gota de felicidad que brindan esos momentos en familia.
Y el fin de tu paso por este mundo, con el que también nos reuniste, con el que también nos dejaste enseñanzas valiosas acerca de la fortaleza, de la solidaridad, del respeto, del amor.
Un réquiem para ti que te despediste hace un mes, pero te quedas en nuestro corazón para toda la vida.