Y sí, llegué a las 21:30 y me encontré con mis amigos de toda la adolescencia (comienza a ser duro tener recuerdos de más de una etapa de mi vida). Ahí estaban todos los indicados por Wendy, incluida ella y además Elsita y Ceci... ¡Dios mío! En algunos casos habían pasado más de 10 años sin que hubiéramos vuelto a cruzar más que un lejano y distraído saludo en alguna plaza, calle o pasillo. Lo mejor de todo fue ver todos esos rostros llenos de sonrisas renovadas, de sinceras ganas de reencontrarse en esa inesperada velada, que no concluyó en el café, sino que continuó en el departamento de Wendy, donde nuestra aventura por el pasado nos llevó incluso a la re-entonación del "Himno de Pandillas", "La Huella", "Las Piedras Rodantes", "Vive" y "Amor Primero"; canciones que nos encendían el alma en la adolescencia e iluminaron parte de la noche... Hasta llamamos a la matriarca Dulce mientras cantábamos su emblemática "What's up".
Unas cuantas chelas enlatadas, nos pusieron a tono para continuar sacando jugo a la memoria, para refrescar nuestros vocados de pasados y de presentes, que afianzaron la vigencia de nuestra amistad, en medio de miradas de complicidad, a veces sólo descifrables entre algunos cuantos, o sólo entre dos... Salieron muchos trapitos que habían estado guardados durante una década, algunos reproches caducos que sólo asomaron para sacarnos sonrisas nostálgicas y fraternas, llenas de perdones implícitos o de gratitudes relajadas.
Hoy desperté con una gran sonrisa, supongo que con la misma que tenía cuando me dormí después de una noche de reencuentros inesperados; la sonrisa sigue invadiendo mi rostro y la alegría sigue corriendo por mis venas mientras escribo esta nota que pretende ser un humilde testigo del valor de la Amistad.
A mis amigos, incluidos los que no pudieron estar, a todos aquellos que han gritado "Para formar un mundo mejor" después de un valiente "Unidos todos".