18 de febrero de 2008

Una pequeña llegó a mi vida

Llegó a mi casa con mucha timidez y el gran nerviosismo que la caracteriza. La adoptamos el 16 de febrero de 2008, tomando todas las precauciones posibles, después de un largo período de espera (un año aproximadamente). Desde que la vi, sabía que era la indicada: tenía algo de Nalle y algo mío, definitivamente podría pasar como nuestra hija con su suave cabello, sus ojitos cautivadores, con sus múltiples obsesiones y sobresaltos.

Su nombre es marca registrada, pero era muy complicado e inconveniente librarla de él. Nalle me había preparado una sorpresa para el 14 de febrero, pero antes de que yo la descubriera, cometí un error a sangre fría: Al ver una camioneta que se había convertido en el marco de una sorpresa similar emití mi imprudente opinión sobre los daños ecológicos que ocasionan esos papelitos para notas... Aunque alcancé a decir que el detalle era agradable, definitivamente el daño estaba hecho.

Llegué a mi casa listo para dormir y me encontré con un rastro de pistas hechas en notas adhesivas en forma de corazón. Entré en mi habitación y descubrí el espectáculo más cautivador que hubiera sido dedicado para mí en la exclusiva soledad de mis aposentos: Paredes, piso y techo estaban tapizados de cuadritos de colores que me hicieron sentir en medio de una danza de mariposas fosforescentes, decoradas con frases de ésas que nos decimos los enamorados. Había un letrero grande con un "Te amo Leo", corazones colgados del ventilador, entre otros artilugios decorativos llenos de esmero y cariño. Cualquiera supondrá la frase que en ese momento rondaba por mi cabeza respecto a mí mismo: "La cagaste pendejo".

Pedidas las disculpas y aceptados los errores de emitir comentarios sin cláusulas, propuse que el nombre de nuestra "hija" fuera "Post-it"... Y ahí está ella en una habitación de mi casa, llenándola de novedad y convirtiéndome en el antecedente del padre cariñoso, dadivoso y sobreprotector que previsiblemente, por más que me he negado, llegaré a ser algún día. Su nombre cumple la misma función que pretenden sus tocayos papelitos adhesivos: Recordarme que al cariño se le olvidan las lecciones de ecología algunas veces y que eso no significa el fin del mundo.