2 de febrero de 2008

Preludio a un fuego endémico



Los cirios no se encienden por sí mismos, pero una vez contagiados por la flama, llaman a todas las velitas a la incineración para convertirse en una epidemia de luz y calor.

Veo un cirio en el espejo, esperando su llama, llamando al motivo de su espera, sin saber su sabor; le veo erguido e indeciso con los rastros de iluminaciones anteriores y auguro, con un dejo de aprehensión, que su visita ígnea podría llegar desde el cajón de mi cocina o desde el bolsillo de algún hada o musa prohibida que se acerque astuta, furtiva, precoz, idílicamente para entregarle al cirio el ascua que dará inicio a su comedia borrascosa y endémica...
¿Continuará?
Aunque continuamente me pregunto si esa hada o musa no quisieras ser tú
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